Los hojalateros pertenecieron a un oficio ambulante que recorría los pueblos arreglando objetos de hojalata, o haciéndolos nuevos, como embudos, aceiteras y similares. Desaparecido el oficio itinerante, se refugiaron en los arrabales de la capital, sin más objetivo que la pura supervivencia. Eduardo Galeano escribió: ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura . En medio de este ambiente marginal Javier Bermejo ha construido una novela con toques judiciales y policiacos, cuya narración, desde diversos puntos de vista, crea un mosaico de vidas marginales tan interesante como atribulado.
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