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El conde Lamoral Egmont, artífice al frente de la caballería hispánica de las importantes victorias de San Quintín y Gravelinas, llega a Madrid acompañado por su ahijado, Marnix van de Reyd. Ha sido enviado por la gobernadora de Flandes, Margarita de Parma, para que trate de convencer a su hermano el Rey Felipe II de que no haga efectivos los acuerdos del Concilio de Trento en aquellas tierras, ni instale en ellas la temida y Temible Inquisición.
Felipe II va dando largas a la contestación que ha de dar al noble flamenco llegado a Madrid. Mientras, su ahijado se divierte en ese otro Madrid, nocturno y pecaminoso, acompañando a un grupo de jóvenes, encabezados por Antonio Pérez, hijo del Secretario del Rey don Gonzalo Pérez, y del que forman parte el príncipe don Carlos, don Juan de Austria y otros nobles. El flamenco Marnix van de Reyd enamora a la dama -y pariente de la Princesa de Éboli- doña Elvira de Mendoza, de la que también está enamorado otro pariente suyo, el poeta y guerrero don Bernardino de Mendoza. A su marcha, el joven flamenco deja empeñada su palabra de matrimonio a la dama castellana.
Entre tanto, en los Países Bajos salta la chispa y varias Iglesias, incluida la rica catedral de Amberes, son pasto de la llamas y de la profanación. Felipe II, en una carta al Papa manifiesta: que "Prefiero perder todos mis reinos a gobernar sobre herejes". Y para castigar a los culpables, a esa nobleza flamenca que pudiendo haber evitado semeja...