Los traductores han sido históricamente acusados de ser unos traidores. Si a los editores Goethe los enviaba directamente al averno, por ser hijos del diablo, aquellos siguen siendo condenados a un infierno peor: el del olvido. Amelia Pérez de Villar, escritora y traductora, aborda en este apasionante e intenso ensayo una reflexión lúcida y comprometida con un oficio que considera artesano.
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