Personajes agigantados por la pasión, poseídos por una desbordante energía, se mueven en un universo nocturno, donde toda vida procede del interior; las presencías constituyen emergencias espirituales que celebran un intenso ritual, en el que el gesto y su obrar constituyen una imparable, y sin duda ilimitada, progresión en la expresión. Lo que potencia los modelos compositivos de Corredor es la intensidad anímica que el artista confiere a la figura humana, y ello nos sitúa ante la naturaleza básicamente expresionista de su estética.
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