En nuestros días, los alumnos de las escuelas, colegios e institutos muestran a través de sus carpetas archivadoras, tatuadas de coplas manuscritas, ese parentesco coplero con las de los 'sopistas', de Salamanca, que vivían de la sopa 'boba' de los conventos; las de los tunos de Alcalá de Henares, que siempre andaban a la cuarta pregunta, o con las coplas de ronda de los estudiantes santiagueses de la Casa de la Troya, que todavía perviven con sus negras calzas, ajustada ropilla y esa volandera capa estudiantil de los modernos tunos.
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