Érase una vez una cabra que tenía siete cabritillos.
Vivían en una cabaña, en medio del bosque.
La cabra les pedía siempre a sus hijos que no jugaran lejos de la casa, pues por aquel bosque rondaba un lobo muy feroz.
Un día, la cabra fue a hacer compras a la aldea y les dijo a los cabritillos: No abráis la puerta a nadie hasta que yo regrese...
Este cuento de los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm destaca por su original propuesta plástica.
Los personajes son figuras de plastilina, dotadas de gran expresividad.
Cada imagen está cuidada hasta el más mínimo detalle, con escenografías elaboradas a base de tela, cartulina, madera o arena, en las que no faltan elementos del bosque y del ámbito del hogar.
Así, los árboles, las flores, el agua y las distintas dependencias de la casa de los cabritos contribuyen a situar al lector en la historia, como un espectador de excepción.
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